Cada vez que verbalizo ciertos verbos
se convierten en humo,
si no en ruinas,
si no en una puñalada que recorre
en zigzag de izquierda a derecha
en línea recta de arriba abajo,
el punto justo del esternón en el que siento que todo duele cuando duele.
Pero los ojos no saben fingir
la bondad.
Pero tú miras con los ojos
de no haber roto un plato
con la conciencia de estar destrozándolo.
¿Debería comenzar a dormir
sin sobresaltos?
El tiempo sigue siendo extraño en mi cabeza.
Pero todo lo demás es extrañamente familiar.
Estamos aprendiendo a sanarnos.
Estamos gateando a ciegas.
Estamos aprendiendo a leernos en braile.
Estamos.
Me aterroriza tanto verbalizar los conceptos
que prefiero que seas tú quien lo haga
en su cabeza
por si acaso no abrazo al significado,
por si acaso me aterra el significante.
No sé si nos (…).
¿Tú sabrás si nos (…)?