desde que me hablaste de la belleza relativa de los sitios, no he podido dejar de creerte.

(no sé pero)

he descubierto que hay un punto absoluto en tu costado, justo sobre la cadera, en el que siempre hace sol pero nunca me quemo. es ese hueco en el que ni agobia mirar hacia atrás ni acojona hacerlo hacia delante.

tal vez solo estaba cansada de vivir huyendo.

antes habría querido construir allí un castillo, decorarlo con mil salas y amarrarlo. ahora, tal vez, si me dejas, un cabaña de palos que tú sientas como casa, que despegues a ratitos con los dedos y que aferres cuando más lo necesites.

(sigo sin saber pero)

desde que vives en mi cabeza no la tengo mejor amueblada pero la decoración, quizás, es un poco menos hortera, un poco menos fea, un poco menos yo, un poco menos fría. ahora es un poco más amable, bastante más sureña, menos tenebrosa, a veces más tú, siempre menos cobarde.