Pensamiento intrusivo n. VI

Has vuelto a fingir que te import(a/o)

y yo he vuelto a fingir que no me import(a/s).

Quizás esta vez alguna de esas dos afirmaciones

fuese verdad

aun por simple casualidad.

 

¿Conoces el cuento de Pedro y el lobo?

Yo solo recuerdo que,

al final,

no ganaban las ovejas.

 

Y  eso a ratos me basta para imaginar el resto.

Pensamiento intrusivo n. V

Hoy he conseguido olvidar por completo
durante,
exactamente,
263.000 milésimas de segundo.
Me he negado a calcularlo en minutos
por no sentir que lo estoy haciendo todo

tan rematadamente mal.

Quizás dejar ir,
más que una cuestión de disfraces, atracciones, obligaciones, sueño, tiempo, tacto, tiento, vida o muerte
sea, simplemente,
una cuestión de suerte.

Epílogo tardío

Anestesia que no arranca esta carga de la espalda,

siempre cae más abajo,

más abajo,

 

más abajo,

 

 

mis yemas no alcanzaban para aliviar esa carga.

 

Catarsis oculta entre palabras,

todo lo que se dijo en lo que jamás se habló,

misma moneda y todos ciegos,

desinterés por el desinterés,

despedidas más explícitas que una despedida

en la ausencia de ausencia como modo de ausencia.

Intentar dejar fluir,

ahogarme en el caudal,

nada que aclarar desde que intenté limpiar un río de aguas turbias

volcando en él mi último vaso de agua clara.

El mareo de esa última

montaña

rusa.

Me he prometido que nunca más.

Me he prometido cumplir mis promesas.

He tardado en marcharme pero ando con pies pesados,

inefable

solo al paso;

me he dejado ir y siento como despego.

 

Ahora floto más alto,

más alto,

 

más alto.

 

Me da igual la longitud de mis propios brazos.

 

Solo busco que allí donde llegue

tus manos dejen por fin de alcanzarme.

 

Oniria

Cariño:

no puedes dejar

de temblar en la oniria.

Te aferras a mis huesos como un huésped del desierto

a sus oasis,

y yo sostengo costillas,

cuento punto cardenales,

y planeo toda mi vida de aquí en adelante

con el único fin de que cesen los terremotos.

He hecho de esta mente una ventana abierta

porque me enseñaron a no ser egoísta

y a mostrar los golpes pero, aún más, las caricias.

Me pregunto qué habrá más bonito

que hablar al mundo de que nada malo puede alcanzarte

porque pienso interponerme,

 

porque nos importamos.

Pensamiento intrusivo n. IV

Sigo pensando que Vetusta no mentía. Que la opción de dejarse llevar nunca caduca. Que deberíamos haber pulsado el interruptor. Que podríamos estar a tiempo de hacerlo.

Pero el pasado.

Pero lo que se dice y no se hace.

Pero las conversaciones siempre a medias.

Pero las dudas.

Pero todo lo que dije y nunca debí decir.

Pero todo lo que callé y tendría que haber hablado.

 

Sigo pensando en acordes y en respirar. 

Aún sabiendo

sigo

 

pensando.

 

Necesito que vengas ya y rompas esa canción con tus propias manos. 

Error 404

Hay días en los que estos nervios deciden colapsar

y el espectáculo entero se derrumba

y me encuentro en la jaula

pero más sola que nunca,

tal y como predijo alguien a quien debería empezar a atender

alguna vez,  no sé, por probar,

por si existiese la posibilidad de que algo no vaya a peor.

Hoy mi abuela me ha definido como ciudadana del mundo

y no he pensado en sonreír ni en cada viaje al que me llevó ni en un rincón de mi vida al que me mudé en solitario y por voluntad propia;

solo he vuelto a callar que nada está bien desde hace tiempo

y he pensado en fingir que pensaba en sonreír y en cada viaje al que me llevó y en un rincón de mi vida al que me mudé en solitario y por voluntad propia.

Ella por suerte no ha notado la diferencia.

Hoy me han hablado desde un número que jamás volverá a mandar señales

en su mano original,

y he sentido de vuelta ese nudo que, cuando no duerme,

a ratos me asfixia y a otros me ahoga.

He viajado al momento en el que los malos tiempos eran mejores que ahora

y he continuado un proceso de luto interrumpido

que algunos días me hace amanecer con el pecho oliendo a cadáver.

Ni siquiera esto es estable.

 

Necesito. Menos. Cambios.

 

Pensaba en escribir sobre la maldición de la memoria

y sobre mis pocas -aunque fuertes- adicciones

y sobre interruptores que despliegan los dedos

y sobre cómo la ausencia de noticias es para otros buena noticia y para mí solo ausencia

y sobre quien está sin estar de manera omnipresente en los momentos menos oportunos

y sobre entregar un ramo y recibir una flor muerta,

y sobre la paciencia como talón de Aquiles,

y sobre la importancia de a quién saludas pero, más aún, la importancia de a quién dices adiós

pero

me he dado cuenta de que la concreción no era tan importante.

 

En mi cabeza ahora todo se reduce

a esa sencillez primitiva

de aprender a dejar ir.

 

Pensamiento intrusivo n. III

Los párpados se despliegan con una garra pegada a las costillas

y esas uñas pesan más que nunca

y respirar se transforma en una suerte de fortuna,

cara o cruz y nunca escojo,

el metal alcanza el suelo.

Sonido de ruptura, paso atrás.

Me pregunto si saldré de aquí algún día.

Me pregunto si podré dispararme

sin sufrir el retroceso.

Pensamiento intrusivo n. II

Me dijo «eres maravillosa y eso lo pensaré siempre»,

y cometí el error de creerlo.

Como tras cada conjugación del verbo querer,

tendría que haber preguntado para qué.

«¿Maravillosa para un rato?»

Y haberme indignado ante ese silencio indignado

y haber salido corriendo, indignada frente a tanta indignación.

Cada vez me duele menos y siento el recuerdo más ligero:

ya el corazón apenas late a doble tempo y,

si lo hace,

dibuja con la frecuencia cardiaca una nueva forma de escape

a la que ojalá pudiese llamar arte siempre.