Regreso a las cuerdas entre los puntos ciegos

Y al fin me doy cuenta.
Hemos rezado a un altar vacío
por cada vez que imaginamos las palabras
como cuerdas,
como puentes,
como nexos invisibles
que no atan sino unen y reparan, incluso,
los trozos de corazón que ya no se sostienen solos.
Apenas latía la idea
de que no todos nuestros órganos
encuentran su redención en saltar al vacío,
pero igualmente lo hacían
cada vez que las dudas se arrancaban el disfraz.
Ahora que nuestros impulsos no nos esclavizan,
y si me escuchas será cuando nada de esto importe
lo diré sólo una vez:
me conociste en eterna tensión,
con el cuerpo plegado,
esperando encontrar a alguien con quien volar
(supongo que en eso soy un clon del resto de mortales)
y escogiste cobijarme en tu abrazo sin pensar
que quizás la medida de tu cielo
me quedase corta al extender las alas.

Ahora hemos entendido que a veces el silencio puede doler más,
pero que,

al menos,
es lo único que sirve realmente para triturar grilletes

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